Ana Labordeta (Zaragoza, 1965) acaba de concluir su trabajo en Sueños de Libertad (Atresmedia), la serie diaria emitida en abierto por Antena 3, que logra reunir de media a 1,2 millones de espectadores cada tarde, convirtiéndola en la ficción más vista de la televisión. Labordeta ha dado vida a Irene Carpena, hermana de Pedro (Juanjo Puigcorbé), una mujer trabajadora, amable y discreta que guarda un secreto desde su juventud: un pasado enterrado que vuelve a surgir debido a la llegada a la colonia de Cristina (Sara Sanz) y José (Ángel Pardo).
En esta entrevista, la intérprete aragonesa hace balance de su paso por la ficción diaria de Atresmedia y nos comenta detalles de su próximo proyecto teatral.
¿En qué momento estás ahora mismo de tu carrera? ¿Cómo te llevas ahora mismo con la Ana actriz?
Con la Ana actriz me llevo muy bien. Me he peleado mucho con ella, en el sentido de que yo soy muy perfeccionista. Siempre intentas hacer trabajos que lleguen, que gusten, que pellizquen el corazón, y a veces eso a veces te impide disfrutar más de lo que es el proceso y de lo que es el trabajo. Yo ahora estoy en un momento en el que quiero disfrutar del proceso, disfrutar del recorrido, del viaje. Me he liberado de una presión que yo mismo me ponía, y que no te la pone nadie más que una misma. Soy mucho más libre como actriz, con muchas más ganas de jugar, de pasármelo bien, y de personajes diferentes a mí que me obliguen a bucear y a distanciarme de mi misma. Estoy en un buen momento.
Acaba de concluir tu etapa en Sueños de Libertad. Qué trama tan bonita ha tenido tu personaje, Ana.
Pues la verdad es que sí, y mira que no empezó bien, ¿eh? (risas). Ya lo he dicho en otras ocasiones: al principio fue difícil, porque Irene era un personaje muy poco claro, que servía a otro personaje, que era mi hermano, a quien ha interpretado Juanjo Puigcorbé. Era un personaje que los guionistas utilizaban según como les convenía. A veces era buena, a veces era mala, a veces era tonta, a veces hacía algo terrible y luego se arrepentía, pero ya lo había hecho… entonces, yo recuerdo que era difícil y duro, porque era hacer un personaje que estaba todo el rato en bucle, y además aislada. Irene no se relacionaba más que con su hermano, prácticamente. Yo recuerdo que un hablé con el director, Joan Noguera (de quien debo decir que siempre tiene la puerta de su despacho abierta para todos), y le dije: “Joan, yo es que ya no sé qué más hacer con este personaje. Tú me conoces, porque nos conocemos de Amar en tiempos revueltos, desde muchos años, y sabes que yo rasco por todos los lados, pero es que no sé qué más hacer”. Y entre él y los guionistas me dijeron: “Espera un poco, Ana, aguanta. Aguanta, que ya verás cómo Irene empieza a tener un recorrido muy bonito”. Y la verdad es que ha sido muy bonito. Estoy muy contenta porque ha terminado siendo una mujer luminosa, con un gran arco.
La serie diaria, además, ha dado un gran salto de calidad.
Sí, creo que es verdad. Y no es por barrer para casa, pero yo creo que empezó con Amar en tiempos revueltos, una diaria de época. Las diarias de época, además, conllevan algo más difícil, por todo el trabajo de arte, vestuario, maquillaje, peluquería… la composición que tú tienes que hacer del personaje implica trabajar un poco la época. Entonces, yo creo que en Amar empezó un salto que lo han seguido muchas otras productoras, y Diagonal en eso sabe muchísimo, no hay más que ver la fidelidad del público. Son series que tienen mucha audiencia, y eso da mucho gusto, porque la verdad es que es muchísimo trabajo. La diaria es muchísimo trabajo (risas).
Uno de los puntos fuertes de la serie siempre ha sido su diseño de los personajes femeninos, y cómo representan a las diferentes mujeres de aquella España de finales de los 50. En el caso de Irene, ¿te han llegado comentarios de mujeres que se han visto representadas e identificadas con su historia?
Totalmente, es como cuentas. Ha sido muy bonito, porque a mí me interesaba mucho no olvidar la época, ¿sabes? En los años 50, una mujer de alta sociedad, además, que se queda embarazada de un chaval que no es de su misma clase social, que sus padres la repudian, que tiene que entregar a su hija a un convento, que la única persona que le ayuda (o eso cree ella) es su hermano, esa deuda y lealtad total que tiene con su hermano, ese morir por él… hay muchas mujeres que me han hablado de ello, y que se han visto identificadas.
Irene abarca mucho. Es una mujer de esa época, con todas sus consecuencias terribles que vivieron muchas mujeres a las que les pasó algo similar.

Han sido muy emotivas las escenas que has hecho con Ángel Pardo.
Sí. Yo aquí quiero dar las gracias a Álvaro Haro, que es el director de cásting, uno de los grandes, y hacer un cásting para una diaria es muy difícil.
Ángel y yo hicimos teatro juntos hace muchos años, y no habíamos vuelto a coincidir trabajando. Entonces, cuando a mí me hablan de que va a aparecer el amor de Irene, yo pensé inmediatamente en Ángel. Y cuando me enteré de que iba a interpretarlo él… ¡wow! Entonces, ha habido algo paralelo. Somos dos amigos que nos encontramos después de mucho tiempo, y en la ficción son dos amores que se encuentran. Es un actor excelente, es de una generosidad y de un brillo impresionante. Ha sido muy, muy, muy bonito.
Estos meses, has trabajado también en teatro, en Camino al zoo, de Edward Albee. ¿Cómo has compaginado las funciones con la grabación de la serie?
Ha sido durísimo. Echando la vista atrás, no sé si lo volvería a hacer (risas). Una diaria es muy exigente, no sólo por el trabajo, sino porque tienes que estudiar muchísimo. A mí como actriz me gusta llevar el texto como el Padre Nuestro, porque es ahí donde tú puedes no estar pensando en el texto. Tú estás viviendo otras cosas, estás poniendo la mirada en los ojos de las compañeras y de los compañeros, pueden ocurrir cosas que te sorprenden y nos sorprenden. Entonces, hacer las dos cosas ha sido una salvajada, pero también fantástico, porque además eran dos cosas que me gustaban muchísimo.
¿Es más importante que nunca escuchar a los clásicos como Albee?
Claro. A los grandes siempre hay que escucharlos, porque reflejan muy bien la naturaleza humana. Shakespeare, Calderón, Lope, Valle-Inclán, Albee, Tennessee Williams, Arthur Miller… eran personas que conocían muy bien la naturaleza humana, y los seres humanos nos repetimos, volvemos a cometer los mismos errores y tenemos las mismas necesidades de amar, de ser amados, de la fragilidad, de la no comprensión de este mundo, de las envidias, de las ambiciones. Por supuesto, hay que ponerlos en escena siempre.

También, ¿crees que es más necesario que nunca el teatro como espacio de conexión entre las personas?
Claro, hay algo que lo dice todo, y es que los teatros están prácticamente llenos. Lo veo mucho ahora, que tengo más tiempo y estoy yendo mucho más a ver funciones. Yo creo que eso cuenta que el ser humano necesita ir a ese espacio en el que, aunque vayas solo, vas a estar compartiendo con otra gente una historia que te van a contar. Esto es algo muy ancestral, una historia que te van a contar en la que uno reflexiona, puede verse reflejado, se emociona. El teatro es el vivo y el directo, y eso crea algo muy especial, de sobrecogimiento, de escucha. El teatro te obliga a estar activo, te exige estar atento.
Sigues trabajando en teatro, ahora con un proyecto nuevo. ¿Qué nos puedes contar de ello?
Efectivamente. Tengo muchísimas ganas de esta función, me apetece muchísimo por distintas razones. Empezamos a ensayar el 3 de enero, y estrenaremos en febrero. Esta función se llama La pasión infinita, y está escrita y dirigida por José Troncoso, que es un autor, director y actor al que yo admiro mucho. Me gusta mucho lo que hace, y tenía muchísimas ganas de trabajar con él. Además, me reencuentro con Pepón Nieto después de 20 años, y nos apetece muchísimo reencontrarnos en esta etapa de nuestra vida, en la que somos ya mayores y adultos, pero seguimos siendo muy niños (risas). Y luego, me apetece mucho trabajar con Claudio Tolcachir como actor, que es maravilloso. Así que es algo que yo no he hecho nunca. Voy a salir de mi zona de confort, no tengo ni la remota idea de cómo hacerlo, pero en estos momentos de mi vida me apetece mucho hacer algo que no haya hecho nunca y que no sé cómo va a salir. Y luego hay un par de cosas que, si salen, serían maravillosas también. Ojalá haya suerte.
¿Tienes algún objetivo como actriz que no hayas cumplido todavía?
Yo nunca he sido una actriz de grandes objetivos. Nunca he buscado hacer una Julieta, o una Lady Macbeth. No sé si es que no soy demasiado ambiciosa en ese aspecto, no lo sé (risas). La vida me ha ido dando regalos de personajes preciosos que no pensé que iba a hacer nunca, y ahora realmente es eso lo que quiero: trabajar con gente nueva, con miradas nuevas, que es muy enriquecedor para una actriz. Eso me apetece muchísimo. Y también lo que acabo de decir: salir de la zona de confort, aunque nuestra profesión nunca es de confort (risas). A a mí me importa mucho y me interesa mucho encontrar el “almita” de los personajes. Yo lo llamo así. Ahora, en lo que me embarco con esta próxima función es algo completamente diferente a lo que yo he hecho.
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