Javier Pereira (Madrid, 1981) se encuentra de gira por todo el territorio nacional con la comedia Una semana nada más, recientemente representada con éxito en los Teatros Luchana de Madrid. Asimismo, acaba de estrenar la premiada película El instinto, el corto LGTB Violetas, y también el largometraje La niña de la cabra y los cortometrajes Bicimaniacos e Insalvable.
En esta entrevista, el intérprete madrileño nos habla del excelente momento en que se encuentra su carrera, reflexiona sobre la importancia de la comedia y el contacto con el público, nos habla de sus próximos rodajes, y recuerda su trabajo en Stockholm (Rodrigo Sorogoyen, 2013), por la que consiguió el Goya al Mejor Actor revelación.
¿Cómo valoras, en tu carrera, este momento de tanto y tan buen trabajo?
Son rachas. Llevo dos o tres años muy buenos, sin parar, y lo recibo con agradecimiento, pero siendo muy consciente de que, en cualquier momento, este momento puede terminar. Esta profesión es así, es muy dura, y nunca sabes cuándo vas a volver a trabajar, así que intento aprovechar todo lo que viene. Yo llevo trabajando desde muy joven y ya me conozco cómo es esto, así que trato de disfrutarlo. También son importantes las decisiones que uno toma, fruto de una intuición, o proyectos más pequeños que te pueden dar mucho, como fue el caso de El Instinto, por ejemplo. Esto no son matemáticas, pero tampoco es una lotería. Las decisiones que he tomado sobre mi carrera influyen mucho en estar donde estoy.
Has participado en el corto Violetas, de Borja Escribano. Entiendo que, para ti, como actor, es importante poder contar este tipo de historias importantes de nuestro pasado más inmediato. Historias que han de ser contadas.
Sí, es una historia muy bonita. Yo, además, no sabía que a los gays se los llamaba “violetas” en esa época, no conocía ese término. Borja se puso en contacto conmigo para trabajar en el corto, y me gustó mucho, tanto el personaje, como la historia, el contexto, y los giros que tiene. Poder dar visibilidad a una temática que ha estado silenciada y reprimida tantos años era también un añadido importante. Además, he podido trabajar con Alfonso Bassave, que es amigo mío desde hace muchos años, porque estudiamos juntos en Cristina Rota, y ha sido estupendo. Es un proyecto muy bonito, y Borja lo ha trabajado muy bien también desde la técnica, el cambio de color a blanco y negro… por suerte, además, está funcionando muy bien y está gustando mucho. De hecho, Borja tiene ya escrito el guion para convertir Violetas en largometraje, y se está moviendo para ver si se puede producir. Ojalá podamos hacerla.

Bicimaniacos, otro de los cortos en los que trabajas este 2025, es un cambio de tercio absoluto respecto a Violetas. Háblanos de este trabajo y este personaje.
Bicimaniacos es muy intenso, agobia al verlo (risas), y es bastante sorprendente. Estoy muy contento con el personaje, que es un hombre que tiene un accidente y a partir de ahí no puede moverse. Es muy interesante trabajar eso, poder mover sólo la cara y trabajar con la voz. Ha sido un reto, y eso es lo que ha mí me gusta, poder hacer trabajos diferentes y personajes que no haya interpretado antes.
Participas también en otro corto, Insalvable, con Pedro Casablanc. ¿Qué nos vamos a encontrar en este trabajo?
Insalvable también está funcionando muy bien. De hecho, recientemente. hemos ganado Pedro Casablanc y yo el premio a Mejor Actor en el Festival de Torrelavega en Corto, y también ganamos otro premio por el guion en Medina del Campo. He tenido mucha suerte con los tres cortos en los que participo este año, porque son muy buenas historias y muy buenos personajes. En este caso, mi personaje salva la vida del hombre al que interpreta Pedro, y este decide invitarle a cenar como agradecimiento. El corto es esa cena, esa conversación entre los dos hombres, en la que se van descubriendo mutuamente. Es muy interesante la premisa.
Te vamos a ver también en La niña de la cabra, de Ana Asensio. ¿Qué nos puedes contar de ella?
Es una película preciosa, muy bella, muy tierna. Es como un cuento, una historia muy sencilla y muy de verdad. Es una película mágica, de esas que el público recuerda. Yo interpreto al padre de la protagonista, que es taxista en los años 80. Con Ana coincidí, en una de estas casualidades, hace muchos años en Nada es para siempre, ella como actriz y yo como actor, y volver a trabajar con ella ha sido estupendo. Ana tiene una personalidad muy suya como directora, tiene mucha sensibilidad y sabe dirigir muy bien al equipo. Le auguro muy buen futuro, porque lo que hace es muy bello. Va a dar que hablar, seguro.
¿Qué va a recibir el público al ver la película? ¿Cuál es el principal mensaje?
Es una película que habla de cómo nos marca a todos la infancia, y es un acierto que esté planteada desde el punto de vista de la niña, con la cámara incluso a su altura. El público sale con una sonrisa. Creo que también es muy bonita para verla juntos padres e hijos, porque es muy familiar, y puede generar mucho debate posterior. Es una propuesta muy interesante.

El instinto es otro estilo completamente diferente, y está gozando de muchísimo éxito. ¿Cómo recoges ese prestigio crítico, y esa respuesta tan positiva del público?
El instinto ha sido una sorpresa muy bonita. Es una de esas veces en la que todas las piezas encajan a la perfección. Siendo una película muy pequeña, la ópera prima de Juan Albarracín (que además tiene sólo 23 años), ha crecido muchísimo. Estamos todos muy contentos, porque era una idea arriesgada, y gracias al trabajo de todo el equipo ha ido encajando todo. Ha sido una sorpresa. Como dices, ha funcionado muy bien en festivales, y en las salas también está funcionando muy bien, para lo que es el cine en esta época y el tamaño de la película. La gente habla mucho también de la película en redes sociales, y estamos muy contentos.
¿Cómo has preparado el personaje de Abel, tan arriesgado?
La premisa de entrada ya era complicada y arriesgada. Abel es un arquitecto agorafóbico que, para superar esa dificultad, accede a dejarse tratar como un perro cuando está siendo adiestrado. Me recordaba un poco a Stockholm, que también es una película con sólo dos actores. Era un reto, pero también es bonito poder dejarte la piel para que se entienda el personaje, y el espectador no necesite más tramas. Fue también muy interesante el trabajo con Fernando Cayo, para poder estar los dos actuando en la misma frecuencia y contribuir a esa narración de dos personajes y que la gente quede enganchada. Trabajé también mucho los ataques de ansiedad del personaje. Me interesaba mucho adentrarme en ese mundo, porque cada persona experimenta la ansiedad de formas muy diferentes, con lo que he escuchado muchos testimonios y he podido quedarme con un poquito de cada uno para interpretar esas escenas.
Llevas también dos años representando Una semana nada más, y vais a continuar la gira por diferentes escenarios. Al ver la función, se siente una conexión y una energía muy especial entre el público y vosotros, el elenco.
Sí. El texto es maravilloso, muy real, muy cercano. Yo no he hecho mucha comedia, y es algo tan vivo, tan espontáneo, que te acerca muchísimo al público y a sus emociones. Eso es muy bonito. Poder hacer reír a la gente y ver cómo al público le cambia el estado de ánimo es estupendo.

¿Cuál es el mayor aprendizaje que recoges como actor de tu personaje, Pablo, y de esta experiencia?
El contacto tan cercano con los espectadores y el placer de hacer reír, que es algo que me encanta. Y también que, como se demuestra en la obra, mentir no es el mejor camino, porque todo se acaba complicando (risas). Ha sido una experiencia maravillosa.
¿Crees que en el momento actual que vivimos, el público agradece especialmente poder ver comedia y teatro?
Sí, sí. En general, reírse siempre es positivo. No todo el rato tenemos que ver historias con moraleja, o dramáticas. También hay que disfrutar también de una buena comedia. Creo que especialmente después de la pandemia, y en el contexto actual que vivimos, con todo lo que está pasando, el público quiere más diversión, algo más llevadero, y apuesta más por la comedia.
Has mencionado antes Stockholm, una película aún muy recordada por el público y con la que ganaste el Goya como Mejor Actor Revelación. ¿Qué importancia ha tenido la película en tu trayectoria y cómo la recuerdas?
Stockholm fue una película muy especial en todos los sentidos. Primero por el trabajo con Rodrigo Sorogoyen, que ya nos conocíamos por 8 citas y después repetimos en otro trabajo maravilloso, como fue Que Dios nos perdone. A nivel profesional, nos impulsó muchísimo a todos. Era también un riesgo, porque es una película que rodamos en doce días y con 60000 euros, y llegó muchísimo más lejos de lo que esperábamos. Fue maravilloso, una experiencia en todos los sentidos. A nivel personal, también fue muy bonito, claro, por poder ganar el Goya, pero sobre todo porque es una película que gusta mucho. La gente me habla mucho de ella, y a mí también me encanta como espectador cuando la vuelvo a ver. Estoy muy orgulloso de haber formado parte de ella y poder recibir tantos comentarios positivos de los espectadores.

Como conclusión, ¿en qué otros proyectos estás trabajando actualmente?
Actualmente, estoy rodando La mala madre, de Alicia Albares. Y también he trabajado en La tregua, una película de Miguel Ángel Vivas que hemos grabado durante tres meses en Vitoria, en un campo de concentración. Es una película muy grande, que creo que va a sonar bastante y va a tener mucha repercusión.
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