ENTREVISTA | Lydia Aranda (‘Yegua’ / ‘Las Nietas’) : «Yegua nace del imaginario lorquiano. Quería tomar la figura del caballo y convertirlo en yegua»

Lydia Aranda (Algeciras, 1994) estrena en Nave 73 Yegua, su nuevo espectáculo, un viaje por el universo lorquiano y la figura del caballo en la literatura del escritor granadino, en un montaje que entremezcla teatro, danza, flamenco y muchas cosas más. Asimismo, la veremos también próximamente en Las Nietas, otro espectáculo de su compañía, Estrecha Producciones, en el Teatro Arlequín.En esta entrevista, la artista gaditana nos habla en profundidad de su recorrido artístico y los proyectos en los que está embarcada.

¿Cómo comienzas en el mundo del espectáculo?

Yo comienzo en danza clásica, en ballet, a los cuatro años, pero bueno. A los 16 o 17 me di cuenta que no iba a ser primera bailarina del Royal de Londres (risas), por motivos físicos, más que nada, y por las exigencias que tiene el ballet. Pero tenía claro que quería contar cosas, y quería estar encima de un escenario. Una tía mía me dijo que probase a apuntarme a teatro. Me preparé las pruebas para las ESAD de Málaga, y entré. Encima saqué un 10, que no me lo podía creer, la primera de Andalucía en mi promoción (risas). Yo estudié interpretación textual, pero resulta que me escogían para todos los musicales. Yo quería hacer tragedia griega, y dirigir, y al final acababa haciendo musicales cantando y bailando, obviamente porque ya tenía la carrera de danza hecha, y también cantaba.

Al llegar a Madrid me profesionalicé y comencé a crear mi primera obra y a investigar un poquito por dónde quería ir. Todo lo que yo hago también tiene mucho que ver con el cuerpo, la expresión corporal y la danza. También estuve con una compañía bastante importante que se llama Los Números Imaginarios, y abrí mucho la mirada y expandí mi visión del teatro. Empecé a investigar todo lo que no fuera una narrativa clara. Yo trabajo a partir de imágenes todo el rato, a partir de cuadros, a partir de un movimiento, a partir de la canción, a partir de unas frases, o sea, un sonido.

¿Qué importancia ha tenido esa formación en la ESAD y en Londres, y cómo la notas cuando trabajas?

 Sobre todo, la noto en la exigencia, la verdad. Especialmente, cuando vienes de una entidad tan seria como la Royal de Londres (aunque yo cursé mis estudios en España, y venían desde allí para examinarnos). Esto se traspasa mucho al teatro al tener que demostrar todo el rato cosas. También, lo bonito nace y sucede cuando te pones en un sitio incómodo como directora y como creadora.

Esto era lo que estaba en mi imaginario, y siendo tan recta, correcta y tan clásica no podría haberlo conseguido. Lo veo también con el flamenco también, por ejemplo. Yo siempre he rechazado el flamenco, he rechazado mi imaginario eclesiástico, porque mis padres eran muy religiosos… Y de repente ha tomado importancia, en el sentido de que ahora siento que ese es mi lenguaje. Aunque yo no crea en Dios, ni crea en ninguna entidad religiosa, ni sepa nada de flamenco, pero de repente hay algo en ello que también me pertenece. Y mi fuerza creadora está ahí también. Me rodeo mucho de intérpretes gitanos, de gente muy talentosa, que toca la guitarra, que taconea, que canta… Entonces, tenemos un lenguaje común de repente, y convergen cosas, y surgen cosas muy bonitas, la verdad.

¿De dónde nace Yegua? ¿Qué es Yegua?

 Yegua es la segunda parte de una trilogía. La primera se llama Salmo 23, que viene un poco de mis raíces, del aguante. Es una trilogía sobre el aguante, hasta dónde estoy dispuesta a aguantar en la vida, básicamente.

Yegua nace de algo que estaba latiendo en mí, que era el imaginario lorquiano, puro y duro. Quería tomar la figura del caballo y convertirlo en una yegua, y preguntarme: ¿Qué pasa cuando una yegua abandona la manada? ¿Qué hubiera pasado si Adela no se hubiese suicidado? ¿Qué pasa si la novia no se casa con el novio? ¿Qué pasa si Leonardo no muere? Entonces, Yegua es la segunda parte de la trilogía del aguante, pero con las mujeres lorquianas, y nace de esa fisicidad de una mujer con la yegua y la fuerza, el empoderamiento. ¿Qué pasa si la yegua pega la patada en la puerta y se va, abandonando la manada?

Un momento del montaje de «Yegua»

Estrenáis en Nave 73. ¿Qué esperas de la interacción con el público en este espacio tan íntimo?

En Salmo 23, incluso introducíamos al público en escena. Hacíamos una misa real y un confesionario real en escena, en el que el público participaba y hablaba tranquilamente. Aquí el público no toma esa figura amable, aunque invasiva, en el espacio, sino que va a ser invasivo desde el formato de la italiana. Va a ser algo muy de mirada, se da mucha importancia a la mirada, con muchos focos simultáneos en escena. El público va a elegir dónde mirar, porque van a pasar cosas todo el rato.

¿Cuál es la mayor resonancia de Lorca hoy en día? ¿Por qué nos sigue llegando tanto Lorca?

Bueno, quizá porque no ha cambiado tanto la cosa… y porque el mayor exponente de la figura de la mujer en el teatro ha sido él. Es que escribe tan bien… cada frase tiene su subtexto, tiene su simbología, tiene su porqué. Tiene un cuidado extremo en cada palabra, tanta poesía, tanta metáfora, que es increíble. Aparte, es algo muy latente en nosotras, y en las mujeres creadoras. Hay que agarrar esa bandera que ondeó él y sostenerla siempre, para que no caiga.

¿Cómo has enfocado Yegua desde el punto de vista de la dirección? ¿Cómo has capitaneado a este equipo que te acompaña?

Este equipo que me acompaña es maravilloso, y conoce mucho mi lenguaje, así que es verdad que ellos me traducen más que yo misma (risas). Muchas veces, escribo cosas que no tienen sentido para mí, o que no sé ni siquiera por qué las he escrito, y de repente ellos se lo llevan al cuerpo, a la palabra, o suena de repente un cajón, o una trompeta, y siento que es justo lo que estaba buscando. Esa es la suerte de trabajar con un equipo que tiene el mismo lenguaje que tú, y que te respeta, sobre todo. El respeto es la base. Yo hago como meditaciones guiadas, y pueden durar 40 minutos, hora y cuarto, hora y media, dos horas, y de ahí voy guiando hacia donde quiero, hacia lo que yo querría ver en un futuro en la escena. También me voy quedando con pequeñas partes que ellos me aportan.

Cartel promocional de «Las Nietas»

Hablando también de Las Nietas, ¿cómo fue la recepción en los Teatros Luchana? ¿Cómo os llegaba esa recepción del público?

 En los Luchana fue complicado. Programamos en unos días entre semana, en plena cuesta de enero… fue difícil, porque el público que buscamos con este espectáculo es otro. Nos dieron otras funciones en la calle, en el festival Plaza con Alma, y ahí descubrí el público que yo tenía que tener, que eran las señoras mayores, que estaban paseando por la calle con su tacataca o con su bastón. Yo necesitaba ese tipo de gente, que era gente agradecida, gente con ganas de ver cosas, gente a la que yo le canto y para mí es un regalo. En la calle descubrí a quién tenía yo que hacerle esta función. Llenamos una plaza de gente riéndose, llorando, contestándonos… estaban entregados con nosotros. Cuando vi eso, supe que tenía que mejorarla y hacerla más musical. Me di cuenta de que la gente, cuando cantábamos, se quedaba con ganas de más y nos pedían otra. Pasaron cosas muy interesantes, que son las cosas que van a pasar ahora en el Teatro Arlequín Gran Vía. Tenemos muchas ganas de estrenar allí, porque es un teatro con un público muy fiel.

¿Qué es Las Nietas?

Las Nietas es un musical folclórico en homenaje a mi abuela Isabel, y a toda la generación de nuestras abuelas, a las que nunca se les preguntó qué querían hacer de verdad con su vida. Y todo está un poco conducido por ese ritmo de las grandes copleras y tonadilleras de la España de los años 30 y 40, esas mujeres empoderadas que ponían un poquito de “brilli brilli” a la austeridad en la dictadura que había.

Es una relación de dos amigas. Una está muy ligada a querer ser artista y querer ser Sara Montiel, y la otra está ligada a su abuela, porque tienen en común ese fanatismo por Lola Flores. La fábula al final es que el trabajo y las prisas de la sociedad se apoderan de todo, hasta tal punto que no te da tiempo a vivir más momentos con la gente que realmente quieres. También se reivindica mucho la lucha contra el abandono a personas mayores y el maltrato y la situación de soledad que tienen.

Esa “otra amiga” es la actriz Mel Baladés. ¿Cómo es la comunicación con ella en el escenario?

Melisa es increíble. Melisa es la mejor compañera que se puede tener en escena. Es generosa, es valiente, aunque tenga miedo. Muchas veces me dice: “Lydia, yo no voy a cantar porque yo no canto”. Y yo: “Sí, Melisa, vas a cantar, porque tienes voz bonita y yo te he escuchado” (risas). Y ella se lanza, y se tira, y se come el escenario, improvisa muchísimo con la gente y se los mete en el bolsillo. Y es súper sensible también. Siempre se te va a salir una lágrima con Melisa.

Además, somos las dos de Algeciras, hemos estudiado en la misma academia de danza… tenemos esa conexión ahí desde pequeñas. Madrid nos unió y nos conocimos prácticamente aquí, trabajando juntas y dirigiéndola. Y es maravillosa. Melisa siempre salva las producciones, siempre.

Lydia Aranda, junto a Mel Baladés, en una escena de «Las Nietas»

Leyendo la documentación de prensa, llama mucho la atención esta frase: “Una historia sobre lo que heredamos y lo que decidimos ser”. Un mensaje plenamente actual.

Sí, sí, totalmente. Muchas veces, sobre todo los que llegamos a Madrid desde otros sitios (en mi caso, pueblos de Andalucía) nos olvidamos de dónde venimos. Te vas olvidando de los amigos, del olor de la playa, del campo, de qué se siente un 24 de diciembre todos reunidos, cuando todos estaban vivos. Vas creando tu propia rutina y tu propia familia en una ciudad que no es tuya, ni a la que perteneces, ni te pertenece. Me parece una buena reflexión pararte y decir: ¿De dónde vengo? ¿Quiénes son mis raíces? ¿Y hacia dónde voy a tirar? ¿Hacia ser una persona fría y una oveja más del rebaño de la vorágine madrileña? ¿O quiero tener algo mío que me pertenezca? Me parece muy bonito esa reflexión en Las Nietas.

¿Qué objetivo tienes como intérprete?

Pues mira, tener una obra escrita y dirigida por mí, interpretada por mí y por mi amiga, en la Gran Vía ya es un sueño. Y me estoy emocionando ahora mismo, porque todavía no he sido consciente, ni me he parado a decir: “Lydia, lo has conseguido”

Mi objetivo ahora mismo es seguir con mi productora, Estrecha Producciones. Seguir trabajando y seguir dándole mucha importancia a mi lenguaje, a mi forma de crear y de dirigir las cosas, y darle visibilidad a los artistas con los que trabajo ahora, que son híper, mega talentosos. En Yegua trabajo con gente muy valorada en la profesión, como Cinta Ramírez, que ha trabajado mucho, o Helena Kaittani, pero también hay otros que digo: “Esta persona es una artista increíble. ¿Cómo está conmigo trabajando, si yo no soy nadie?” (risas). Entonces, quiero darles visibilidad. Y, sobre todo, darle vida a la pureza del teatro, hacer algo muy nuestro y que la gente lo vea.


Descubre más desde Mucho Más Que Series

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.