Vicky Peña (Barcelona, 1954) interpreta a Leah en Todos pájaros (Teatros del Canal, Madrid) una función que aborda el conflicto palestino-israelí a través de los ojos de una pareja de enamorados cuya relación se ve marcada trágicamente no sólo por sus distintas procedencias, sino también por el peso de un secreto familiar oculto durante décadas.
En esta entrevista, la actriz nos habla en profundidad sobre la obra de Wajdi Mouawad y repasa también su reciente trabajo en Pubertat (Max) y su próximo proyecto, Sondheim x Sondheim, que la volverá a unir a la figura de uno de los grandes autores de teatro musical, Stephen Sondheim.
¿Cómo estáis viviendo esta vuelta a Madrid y a los Teatros del Canal con Todos pájaros?
Con mucho gusto, porque nos quedamos con la sensación de que la gente se quedaba con ganas de verla. Además, como el conflicto palestino-israelí se ha recrudecido tanto, el texto tiene más vigencia que nunca. Estar hablando de este tema, poniendo sobre la mesa esta problemática, estos personajes, estas relaciones humanas, nos parece importante y necesario, y nos sentimos útiles, como creemos que el teatro tiene que ser.
El texto de Wajdi Mouawad es de 2017, pero, como dices, su vigencia es absoluta ahora mismo.
Sí, efectivamente. La obra la estrenó Wajdi Mouawad en París, en el Théâtre de la Colline, del que es director.
Este es un conflicto largo, que viene de hace mucho tiempo, y que se recrudeció a partir del año 45. Luego tuvo un repunte tremendo en el 67, con la Guerra de los Seis Días, o con momentos tremendos como las matanzas de Sabra y Shatila, las intifadas… todo lo que ha sucedido, que ha sido muy duro, pero nada en el 2017 hacía prever que este conflicto iba a tomar estas dimensiones. Cierto es que se inició con una terrible matanza de judíos por parte de Hamás, sobre todo jóvenes, que fue dantesco realmente, y con la retención de los rehenes. Pero, como acostumbra a pasar em estos conflictos, la venganza es tan desproporcionada, es tan tremenda, es tan sangrienta, que no tiene nada que ver con el ojo por ojo, diente por diente. Creo que incluso hay otra escritura, de las antiguas escrituras judías, que es mucho más terrible aún, mucho más vengativa. Habla de que, por cada muerto, 70 mujeres violadas; por cada niño, 700 cadáveres… una crueldad tremenda, que es la que han demostrado en este caso los israelíes, lamentablemente. Además, como lo estamos viendo todos cada día, es una cosa que hiere al alma humana.
Háblanos de Leah, tu personaje.
Leah es una mujer que vive en Jerusalén, que ha vivido allí toda su vida. Es una mujer que tiene un doloroso secreto, un secreto familiar que tiene que guardar, contra su voluntad, y que lleva ocultando 50 años. Ella es una mujer que, como digo, vive en Jerusalén, y probablemente nació en Palestina, en lo que entonces era Palestina, y vio la llegada de los europeos, vio la llegada de esos exiliados del Holocausto, que venían cargando con tanto dolor y que, de algún modo, se adueñaron de una situación que ya era difícil. Era una convivencia complicada, pero que se sobrellevaba. Desde ese desembarco, desde esa expansión del sionismo, hay algunas personas judías que tampoco lo han llevado bien y se han opuesto a esta manera de afrontar la problemática. Leah es una de esas personas. Tiene dos vertientes principales, desde mi modo de ver: una es que, siendo judía y viviendo en Jerusalén, y viendo lo terrible del conflicto, tiene una cierta capacidad para comprender ese enfrentamiento.
Y la segunda es el problema personal, familiar, muy importante, que no puedo desvelar, porque es el quid de la cuestión, y es además un tema que el autor, que es muy sabio, va dosificando a lo largo de las escenas, y se van desvelando partes del misterio. Ese secreto que la atañe a ella de un modo muy directo, y sobre el cual se ve obligada a guardar silencio, la hiere mucho. Entonces, estas dos vertientes del personaje quizás son para mí las que más me pesan, o me cuentan, a la hora de interpretar. Y también el amor, un amor estrangulado, como ella dice, un amor de madre que se ha visto cercenado, por así decir.

¿Cuál es el reto más importante que te plantea este personaje cada noche, cuando lo interpretas? ¿Qué es lo más difícil?
Por un lado, ir mostrando cosas, ir mostrando aspectos que a lo mejor el público, al principio de la función, no va a entender. Es un personaje, creo yo, que de entrada cae mal, porque es muy arisca, es brusca, es un poco incomprensible en su actitud. Parece como poco humana. Y luego, a medida que va pasando la función y se van entendiendo las cosas, yo creo que el público se acerca mucho a ella, y de golpe se revela el gran dolor que esta mujer siente. Por otra parte, las obras de Wajdi Mouawad, que es un gran dramaturgo, tienen un lenguaje muy intenso. Muy intenso, pero absolutamente natural, cercano. Es un lenguaje de calle que, sin embargo, está mostrándonos y describiéndonos una auténtica tragedia social, personal o familiar. Al mismo tiempo, tiene un gran vuelo poético, porque hay muchos monólogos, muchas intervenciones que tienen un lenguaje poético, una sublimación que realmente lo convierten en un maestro de la escena, por su modo de abordar el teatro y por los temas que toca y por cómo los toca. Entonces, mantener ese equilibrio entre la grandeza y la cercanía del lenguaje, entre la poesía y lo terrible del conflicto, es complicado. También, la función es larga, los personajes tienen mucho texto, y es muy cansada, es agotadora.
El texto de Mouawad, a pesar de abordar unos temas tan terribles, tiene también una nota de esperanza, con el amor entre Eitan y Wahida.
Sí, él aboga por ese amor entre dos jóvenes que están en dos mundos opuestos, y a los que les resulta tan difícil enfrentarse a sus propios mundos y a los prejuicios que esta relación despierta, sobre todo en la parte del chico, que es la parte judía. En ella, hay unos personajes que viven la religión, la tradición y la historia de un modo muy sentido. Él, ese joven, concretamente, lo vive de un modo más abierto, le da igual. Para él, lo importante es el amor. Yo creo que Mouawad defiende el amor como instrumento para superar todo ese nudo gordiano en el que está sumida la sociedad, desafortunadamente, no sólo en ese conflicto árabe-israelí, sino en muchos otros.
También defiende el amor entre madres, hijos, entre generaciones, la responsabilidad de esa transmisión de amor, más que de identidades, más que de principios estrictos a los que agarrarse. No, él aboga por otro tipo de relación y por una permeabilidad mayor en los tiempos, en las personas, en las ciudades, en los lugares. En la función, al final, hay un personaje del pasado que se aparece, y que narra una bonita fábula de un pájaro que se mete en el agua y consigue nadar. Es un pájaro anfibio y, una vez ahí abajo, les dice a los peces: “Aquí, entre vosotros, soy uno de vosotros”. Él aboga por ese tipo de experiencia.
¿Cómo es la comunión con el público en esta función? ¿Qué estáis notando en estas funciones?
Depende. El público es un órgano vivo y mutante, y depende mucho de los lugares geográficos. En el norte es muy distinto del sur, en Madrid de Barcelona, el del domingo y el de los del miércoles por la tarde, si hay muchos espectadores o si hay pocos. Es muy diferente siempre. A nosotros nos place muchísimo cuando notamos, por ejemplo, que ríen con algunas cosas, porque esta función es muy seria, claro, pero todo pasa a pie de calle, a pie de mesa de familia, en lugares muy familiares y muy cercanos, que todos podemos reconocer. Cuando el público entiende eso y se ríe, en los momentos graciosos que hay, porque todos podemos resultar grotescos o ridículos, nos reconforta mucho. En cambio, los silencios del drama o de la tragedia son muy espesos y muy respetuosos. Pero luego, por ejemplo, cuando hay poca gente, se sienten como cohibidos, y como saben que es una obra seria, les da como pudor reírse. En cambio, cuando hay alguien que da permiso, por así decir, que abre la puerta a la risa y eso anima a los demás, nos reconforta mucho.
De todos modos, lo que nos maravilla y nos gusta muchísimo es el modo en que, al final, reconocen nuestro trabajo, y sobre todo reconocen la realidad de ese conflicto y lo importante que es hablar de lo que está pasando, y nos recompensan el esfuerzo con un aplauso muy cálido que nos agrada mucho.

Vuestro director es Mario Gas. Después de tantos años trabajando juntos, ¿hay cosas que te sigan sorprendiendo de Mario como director?
Sí, cada vez me sorprende. Más que en la dirección de actores, me sorprende su capacidad de crear equipos, su capacidad de relacionar personas de la creación artística: escenógrafos, artistas de videoescena, vestuaristas… cómo, ante una determinada obra, tiene el acierto de buscar personas que luego son tan afines y tienen tanta capacidad de estar sirviendo la obra, para poner un trabajo en común.
También me sorprende su respeto por la manera de hacer de todos y cada uno de los actores, de los intérpretes, y al mismo tiempo cómo suavemente puede reconducir situaciones que se aparten de lo que él crea que tiene que ser la línea de actuación. En ese sentido, eso es lo que he ido destilando yo a lo largo de los años: es muy respetuoso y es un buen capitán de navío.
Acabas de estrenar también Pubertat (Max), la serie creada y dirigida por Leticia Dolera. Qué mensaje tan importante se lanza también en esta historia, sobre la importancia de abordar la sexualidad y los sentimientos con los adolescentes.
Sí, desde luego. Leyendo los guiones, pensé: “Qué crudo, por Dios. Estos chavales que vayan a tener que interpretar esto, ¿cómo van a hacerlo?” Leticia fue muy cuidadosa, fue muy meticulosa. Tuvieron charlas con los niños, con padres, con terapeutas, para ponerles en antecedentes. Creo que la serie en determinadas escenas o situaciones es muy elegante, muy respetuosa también. Pero lo que sí es cierto es que la temática de fondo que hay ahí es un auténtico problema, es una cosa tremenda. En general, el acceso que tenemos todos a redes y a determinados mundos, a determinados lugares inaccesibles, a rincones oscuros del alma humana, a lugares terribles de dolor o de horror, es muy grave. No se preservan intimidades, y es muy peligroso que ese acceso esté en manos de gente tan joven, que no pueden tener todavía un criterio formado o que, por encima de ese criterio, aunque sepan que eso no está muy bien, cuenta más el hacerse el chulito o la chulita delante de los compañeros, y ser el más moderno, o el más atrevido, o el más irreverente. De alguna manera, todos lo hemos vivido, esa sensación en la adolescencia de querer destacar por algo, afirmarte en tu personalidad, reconocerte en otras cosas.
Pero claro, ese instrumento, ese hierro candente que los chavales agarran con las manos sin darse cuenta de que se están haciendo un daño terrible, irreparable, de que están normalizando auténticos horrores… eso es una lacra, es un peso que cargamos como sociedad. Creo que padres, educadores, gobiernos, redes, medios, o como se llamen los laberintos estos que nos ofrece algo tan pequeño como un teléfono, tendrían que legislar de un modo muy serio. Las vidas, las psicologías, los futuros, las personalidades de la gente joven son algo muy delicado y que tenemos que preservar mucho. Pienso que esta serie pone sobre la mesa esta temática, y es muy importante.
Es impresionante el trabajo de los actores jóvenes de la serie. ¿Cómo lo has visto tú?
Te sientes sobre todo muy responsable. Es muy curioso verlos trabajar, porque claro, ellos trabajan desde otro lugar que no es el profesional, desde el que tú trabajas. Pero, en cambio, tienes un contacto de verdad con ellos, tienes que tener un contacto de verdad. Son muy esforzados, son muy reconfortantes, da mucha alegría trabajar con ellos. Trabajar con jóvenes en realidad es muy nutritivo, con gente que acaba de salir de las escuelas de teatro o gente que empieza sus carreras, por la razón que sea. Siempre es refrescante, siempre aprendes mucho de ellos. Este oficio es muy de dar y tomar, y siempre estamos renovándonos los unos a los otros. Con estos chicos hay que tener siempre mucho respeto y mucho cuidado, y ponerte tú a su altura para que no tengan que estar realizando piruetas intelectuales o emocionales que no les correspondan.
Yo tengo poco con los chavales, y todo lo que tengo es muy de abuelas-nietos, que para ellos es una relación muy reconocible, pero sí veía algunas secuencias o algunas cosas en las que ellos trabajaban, y están fantásticos. He quedado muy impresionada.

Para concluir, te veremos también muy pronto en Sondheim x Sondheim, en los Teatres del Farró, en Barcelona. ¿Cómo va a ser este espectáculo, que además harás, de nuevo, con Mario Gas y muchos artistas que estuvisteis ya en los montajes de Sondheim dirigidos por Mario?
Somos unos enamorados de Sondheim, porque es un autor teatral y dramático sobresaliente, aparte de un gran músico. Todas sus historias tienen una coherencia, y cuentan un hilo dramático y teatral maravilloso. Y aparte de eso, sus canciones, sus piezas sueltas, son una preciosidad. Son dificilísimas también, aunque no lo parezcan, son malvadas (risas). En algunas no tienes sitio donde respirar, en las otras el intervalo entre una nota y otra es imposible, o el acompañamiento musical no se ajusta hasta una blanca y media más allá en la partitura. Es un autor que ofrece tanto gozo por su dificultad, por su riqueza, por su inteligencia, porque es muy inteligente.
Hace un par de años hicimos otro Sondheim x Sondheim en el Festival Temporada Alta de Girona, mucho más grande, con muchos más intérpretes, con orquesta, y nos quedamos con ganas de hacer un poquito más. Se ha dado la circunstancia de que los Teatres del Farró, que los lleva Albert de la Torre, han puesto en marcha un espacio muy interesante, La Fábrica. Como Albert estuvo también involucrado en aquel Sondheim x Sondheim, dijimos de hacer este nuevo espectáculo en La Fábrica. Vamos a ser unos siete intérpretes y dos músicos, más Mario, que probablemente hará un poco de maestro de ceremonias. No lo sé exactamente todavía, porque aún no hemos comenzado los ensayos todavía. Tenemos ya escogidas las canciones y vamos trabajando cada cual sus dos, tres o cuatro piezas. Tenemos normalmente dos solos, y luego hay tres o cuatro conjuntas.
Va a ser un estreno musical para el teatro, y un reencuentro musical para nosotros. La posibilidad de compartir a Sondheim de nuevo con el público de Barcelona es un gozo. Vamos a estar del 11 de diciembre al 11 de enero en este espacio, La Fábrica. Estoy muy contenta, aunque también un poco preocupada, porque canto dos canciones que no había cantado nunca (risas), pero muy contenta, muy feliz.
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