Crítica de ‘El Clan Olimpia’ | Buena crónica del descenso a los infiernos del crimen de una mujer normal

‘El Clan Olimpia’ es una de esas series que se devoran en dos días.


La narración engancha muchísimo, resulta de lo más entretenida, y tiene episodios, como el tercero (en el que brilla un excelente Daniel Arias, en un personaje al que hubiéramos deseado ver más), que son prácticamente perfectos. El hecho de que se haya rodado verdaderamente en Colombia, cuando los personajes se trasladan al país sudamericano, aporta, además, un plus de realismo increíble para una producción que presenta un nivel superlativo. Directamente, parece cine, y algo o mucho tienen que ver las tres mujeres a los mandos de la realización de los episodios: Gracia Querejeta, Claudia Pedraza y Violeta Salama, tres cineastas valientes y experimentadas.

El principal problema de la serie es que, sorprendentemente, no se produce una identificación fuerte entre el espectador y la protagonista, Olimpia, y eso es grave, teniendo en cuenta que se trata de una mujer que se adentra en el narcotráfico por unas circunstancias muy concretas que cualquiera puede entender y con las que empatizar. No sabemos si se trata de cómo la describe el guion o de cómo la interpreta Zaira Romero (que es perfecta para el personaje, desde luego), pero casi siempre se nos presenta impávida, dura, sin concesiones y casi sin emociones, o eso parece, y todo ello no ayuda a que el espectador la quiera especialmente. Tampoco se la aborrece, claro, pero no existe una cercanía del público con ella.

Por suerte, toda esa identificación que falta en el personaje de Olimpia sí se produce con Álex, a quien da vida un Joel Bosqued extraordinario. El zaragozano realiza una composición escalofriante de un hombre derrotado, que ha perdido toda su vitalidad, y que es poco más que un fantasma consumido por la depresión. Ojalá las ceremonias de entregas de premios se acuerden de él, porque se lo merece.

En definitiva, una serie notable, vibrante, y que deja con ganas de más, pese a no ser perfecta. De hecho, todo indica a que tiene que haber más. Una segunda temporada debería seguir a esta, y quien la haya visto hasta el final, lo sabe.

Lo mejor: El nivel de la producción, sobresaliente, y las interpretaciones de Joel Bosqued y Daniel Arias.
Lo peor: No se produce la necesaria conexión emocional con el personaje de Olimpia.


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