‘La caza es’, quizá, el mejor ejemplo de algo maravilloso que han traído las plataformas al mundo de las series: nuevas oportunidades.
En un momento en que cada vez se consume menos ficción en abierto, y a pesar de sus nada desdeñables audiencias, ”La caza’ estaba abocada a haber terminado su recorrido tras Guadiana (curiosamente, la entrega más floja de la producción de DLO), pero encontró nueva vida y nuevos espectadores en las plataformas. Ahora, da el salto a Movistar con su cuarta temporada, Irati, y el resultado es una absoluta gozada.
Entremezclando perfectamente el thriller policiaco puro y duro con la riquísima mitología vasca, La caza es un ejemplo de funcionamiento de precisión milimétrica. Cada pieza de la historia encaja perfectamente, consiguiendo no sólo crear adicción en el espectador (aviso: resérvense tiempo para verla, porque van a querer devorar episodio tras episodio), sino maravillarlo con cada giro de guion, cada nueva sorpresa e, incluso, sus momentos de cierto terror cuando nos adentramos en la selva de Irati en busca de “la Bestia”. Es, sencillamente, una historia sin fisuras. O casi, porque, obviamente, hay cosas que podrían haberse mejorado (la pérdida de protagonismo de Hugo o Aimar según avanzan los capítulos… por cierto, Aimar es interpretado por un espectacular Pablo Louazel, siniestro y profundamente antipático), y el cambio de profesión se Sara, de guardia civil a psicóloga, tampoco aporta demasiado, ya que su labor sigue siendo la misma que en las anteriores temporadas. Se le perdona porque el resultado es impresionante, y da todo lo que se puede pedir de una ficción así, y mucho más.
Mención aparte merece el propio entorno natural de la selva de Irati, casi un personaje más de la serie, y que luce espectacular en la pantalla gracias al excepcional nivel de producción alcanzado por DLO. Cada plano, cada nota de música, cada voz en off, cada secuencia, es de una belleza y calidad sobresalientes.
Y, por supuesto, hay que mencionar al maravilloso reparto de la serie, con un elenco de jóvenes increíble (marca de la casa de La caza) en el que destacan el mencionado Louazel y Carla Campra, o los veteranos Jaroslaw Bielski y Roger Casamajor, este último en un momento excepcional de su carrera gracias a este trabajo y a La Mesías. Silvia Alonso, que estuvo sensacional en Fuerza de paz, juega aquí, quizás, con el personaje menos interesante de los protagonistas, una mujer a la que es muy difícil conocer bajo el uniforme policial. Así, es justo señalar lo cómodo que está Félix Gómez como Selva, consiguiendo el sevillano quizás una de las mejores interpretaciones de su inmaculada carrera (y muy reconciliado ya con el acento del personaje, que en Tramuntana era algo difícil de comprender) y la absoluta maravilla que vuelve a hacer, una vez más, Megan Montaner con Sara Campos. La oscense es una de las mejores actrices de su generación, sin duda, pero en este rol está especialmente brillante. Lo que expresan sus ojos no es de este mundo, y sabe dar a Sara esa mezcla de vulnerabilidad, extrañeza y fuerza que la hace tan interesante como personaje. Por cierto, sin desvelar nada, esperen a ver su escena en el bosque, de noche, con alguien muy especial, y hasta ahí podemos decir. Una de las escenas más emotivas que hemos visto en ficción patria en mucho tiempo.
La mejor temporada de la serie, junto con la excepcional Tramuntana. Ojalá no haga falta esperar dos años para disfrutar de una quinta entrega.
Lo mejor: La construcción perfecta del misterio, la mezcla entre thriller policiaco y mitología vasca, y las interpetaciones de los actores (especialmente Montaner, Gómez y Casamajor)
Lo peor: Prácticamente nada
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