Crítica de ‘La tregua’ | Cine bélico español, con una producción maravillosa que se ve lastrada por un guion poco satisfactorio

Miguel Ángel Vivas es un cineasta impecable, al menos en lo técnico.


No es una sorpresa, tampoco. Ya se intuía su calidad en Extinction, hace diez años, y se ha seguido viendo en sus trabajos posteriores, tanto en cine como en televisión. El sevillano ha mamado mucho, muchísimo cine, de todas clase y condición, y eso se ve en la manera en que maneja la cámara. Además, en La tregua cuenta con una producción sobresaliente. La fotografía es una maravilla (atención a la recreación del Gulag, siempre oscuro, incluso cuando es de día), el aspecto de todo es fabuloso, y los actores se entregan con pasión a su cometido. Miguel Herrán y Arón Piper se mueven como pez en el agua en este registro y resultan creíbles como líderes de los dos bandos de españoles en el campo, y Manel Llunell brilla como el encantador Palau, pese a las deficiencias del guión, de las que luego hablaremos. Así, la película acumula un buen puñado de momentos que son puro cine, como el estremecedor comienzo, el tercio final o el intento de fuga.

Sin embargo, el mensaje conciliador (poco sutil, pero bueno, tampoco lo es la guerra), las buenas intenciones y la mejor producción que se pueda soñar en un intento de cine bélico con bandera española quedan en agua de borrajas, lamentablemente, porque la narración no está a la altura. Ya no es sólo que apenas se dibuje a los personajes secundarios con dos trazos (caso del mencionado Palau y su historia con la prisionera española), sino que la historia se pierde en historias de amor innecesarias y, lo que es peor, en escenas que no tienen mucha conexión unas con otras y decisiones sin sentido. Al final, queda la sensación de que todo hubiera funcionado mucho mejor si Vivas se hubiera limitado a contar el intento de escapar de dos grupos de españoles que tienen que trabajar juntos pese a ser enemigos, y sobre todo si la película hubiera durado 95 minutos. Es absolutamente indefendible que se extienda hasta los 150. El ritmo se resiente y no hay manera de levantar un conjunto que lo tenía todo para triunfar y convertirse en una de las cintas patrias del año.

Encomiable esfuerzo de producción y fabulosa dirección, pero el conjunto flaquea por todas partes.

Lo mejor: La realización de Miguel Ángel Vivas, el extraordinario nivel de la producción, y las ganas que le ponen Arón Piper, Miguel Herrán y Manel Llunell.
Lo peor: El guión está lleno de agujeros y escenas sin sentido, y la duración es indefendible.


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