Ana Fernández (Valencina de la Concepción, 1963) interpreta en Sueños de Libertad a Digna Vázquez, madre de Joaquín (Javier Beltrán) y Luis Merino (Guillermo Barrientos), y una de las figuras más importantes en la vida diaria de la familia de la Reina. Asimismo, se mete en la piel de Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, en la obra Carmen, nada de nadie.
En esta entrevista, la actriz sevillana nos habla de su participación en la exitosa serie diaria de Atresmedia y en la función que dirige Fernando Soto sobre la figura de Carmen Díez de Rivera, jefa de gabinete de Adolfo Suárez.
¿Cómo valoras este momento de tu carrera?
Es un momento muy bonito. Estoy haciendo televisión y haciendo teatro, que me gusta muchísimo, y además interpretando a dos mujeres maduras. Sonsoles, mi personaje en Carmen, nada de nadie, pasa por distintas edades, pero la afrontamos desde la madurez. Y Digna, en Sueños de Libertad, es una mujer madura, pero, como decía una periodista de Puerto Rico, una mujer madura que tiene tres hombres (risas). Es madre, pero, al contrario de lo que suele pasar en ficción, donde las madres parece que no tienen cuerpo, ni sexualidad, ni vida propia, ella tiene sus propios conflictos y su propia vida, aparte de ser esa madre que no permite que nadie toque a sus hijos.
Entrando en Carmen, nada de nadie: es una función que habéis hecho ya tres veces en Madrid, lo que sin duda habla del impacto que genera en el público. ¿Cómo es esa reacción?
Está gustando muchísimo. Hemos estado también de gira, y hemos actuado en teatros muy bonitos, y la respuesta ha sido fantástica, en todas partes. Para mí lo más importante es quizá el origen de este proyecto, que es dar visibilidad a esta mujer, Carmen Díez de Rivera, que tuvo un papel importante en la historia de este país, y que ha estado demasiado silenciada. Tuvo una vida bastante interesante. En la obra, obviamente, no podemos contarlo todo, pero ella después volvió a trabajar con Suárez, fue eurodiputada del PSOE, y tuvo una personalidad muy marcada. Estaba también muy interesada en el medio ambiente, le preocupaba muchísimo, y de hecho fue de las primeras en abordar esta cuestión tan importante que nos ocupa ahora, con el cambio climático y el cuidado del planeta. Es hermoso estar en un proyecto que es un homenaje a una mujer que se lo merece.
¿Os llega quizás, especialmente, una respuesta especial de público más joven, que no ha vivido la Transición de primera mano, y que gracias a la función aprende sobre Carmen Díez y sobre esta época?
Es muy gratificante desde todos los lugares. Hay muchos espectadores más jóvenes, como dices, que efectivamente se quedan con la curiosidad de conocer más del personaje de Carmen, y también de esa época que ni han vivido. Eso es fantástico. Alimentar ese deseo de conocer más y tener más información es buenísimo. Y también hay espectadores que sí vivieron esos momentos, y a los que la función les devuelve esa nostalgia. Fue una etapa muy, muy compleja, pero que también albergaba mucha esperanza. Hay momentos en la obra que nos han proporcionado experiencias increíbles. Nos ha llegado a pasar, en un teatro, ver a todo el público cantando “La Internacional”, cuando proyectamos ese vídeo en la obra. Eso es muy emocionante. También, espectadores que han venido y son de otros países, y han podido aprender sobre algo que desconocían. Al final, la función despierta lo que yo creo que tiene que tener un espectáculo teatral, que es despertar la curiosidad, que el espectador se haga preguntas, y crear debate, que Carmen, nada de nadie también lo crea. Fomenta un diálogo, para que el público salga del teatro y siga hablando de lo que pasó. Es una obra que nació de pie, como yo digo. Hemos tenido mucha suerte de contar con tanto apoyo del público, y eso no siempre ocurre. Hay muchos trabajos excelentes que, por la razón que sea, no terminan teniendo un efecto en el espectador, y nunca sabemos por qué, pero en este caso hemos tenido mucha suerte.

Momentos como el que describes de “La Internacional”, además, nos hablan de cómo el público, con su energía, distinta cada noche, hace la función con vosotros también.
Sin duda. Esa es la magia del teatro. El acto teatral no sólo lo hacemos los que estamos encima del escenario. Es una comunión, es algo que está muy vivo, palpitante… y por eso te engancha tanto. Es irrepetible. Después, la función termina, y la siguiente ya será algo nuevo. Siendo el arte de la repetición, en la que cada día es el mismo vestuario, el mismo texto, etc, cada función es diferente y es única. Ninguna es igual a otra.
¿Cómo describirías a Sonsoles, tu personaje, y cuál es el mayor reto a la hora de darle vida cada noche?
El mayor reto es hacer creíble un personaje que se cuenta en muy poco tiempo, y en momentos muy puntuales. Como actriz, estás obligada a mostrar lo más marcado de su personalidad sin caer en la caricatura, que es lo que intento: hacerla humana, dentro de esa cosa tan estructurada, tan de clase, que la caracteriza. También es un personaje que, en la ficción, del que sabemos mucho menos. De Carmen se pueden encontrar muchas cosas. De Sonsoles, sí, hay algunas fotos, y se conoce esa historia personal suya, pero yo intenté averiguar todo lo que pude sobre ella. Hay una frase al final de la obra que dice: “Las mujeres que eligen la libertad y la independencia lo pagan muy caro. El precio es la soledad”. Dentro de su clase social, y ella lo dice también en la obra, se puede hacer todo, pero dentro de esa estructura. Fue una mujer que hizo lo que le dio la gana, y lo hizo desde ese poder que le daba su clase, y ser quién era, la marquesa de Llanzol. Tampoco hay que olvidar que era una mujer que, con 20 años, se ve metida en un matrimonio con el marqués, que en un principio iba a casarse con su hermana, pero al final la elige a ella, y ella no tuvo ningún poder de decisión. Y de pronto encontró en este señor, Ramón Serrano Suñer, la pasión, el amor, y tuvieron una relación muy larga. Pero ella siguió volando libre siempre por sus derroteros, y cuentan eso, que era muy, muy libre. Y a mí me parece fantástico.
Carmen, su hija, de hecho, comentó más tarde, en entrevistas que ofreció cuando ya estaba enferma, que ella no podía juzgar a su madre por haberse enamorado, nunca. Lo que sí le pesaba más era que hubiera mantenido ese secreto que la afectaba directamente cuando ella quiso casarse con Ramón Serrano, hijo. Por qué los habían dejado llegar tan lejos, cuando desde niños habían visto esa unión. Hay también esa cobardía en Sonsoles, porque no fue ella la que le contó la verdad a Carmen, no fue capaz. Lo hizo su tía, Carmen de Icaza, que también era escritora, y además lo hizo en el Día de los Santos Inocentes, o sea que imagínate. Mal día (risas). Pero yo me lo paso muy bien interpretándola, disfruto mucho. Además, tenemos una compañía maravillosa, en la que todos tenemos mucha complicidad, y es un gusto para mí darle vida.
Al final, es una función que nos habla de convivencia y respeto entre diferentes, en una etapa muy compleja de nuestra historia reciente. ¿Crees que eso le llega especialmente al público, teniendo en cuenta los momentos actuales que vivimos, en los que cada vez menos respeto y peor convivencia?
Sí, es una obra en la que se habla de diálogo, de consenso y de respeto al otro. Y ahora mismo, la clase política… se habla mucho de la crispación, pero yo no creo que el país esté crispado. Creo que hay una oposición que está sobrepasando todas las líneas de respeto y convivencia, y ataca desde el insulto y desde la falta de respeto, mientras hay un Gobierno que recibe todo eso. Creo que es unidireccional, sin duda.

Pasando a Sueños de Libertad, otro gran éxito, ¿cómo vives tú el fenómeno en que se ha convertido?
A mí me sorprende muchísimo. Es increíble. Se han dado unas condiciones y unas circunstancias muy especiales. Incluso, al salir de la serie un personaje con tanto peso como Jesús de la Reina, el villano, la audiencia ha seguido ahí. Está también el fenómeno Mafin, que se ve en todo el mundo… yo soy muy fan de Mafin (risas), y Digna lo es también. Me gustaría tener más escenas con ellas, para desarrollar más ese vínculo con Marta y con Fina. Cuando ruedo esos momentos con Alba, son muy bonitos, y con Marta también. Con Julia, la nieta de Digna, a quien interpreta Amanda Cárdenas, también me encantaría poder tener más secuencias. Son tramas muy bonitas, muy luminosas.
Es maravilloso el apoyo que tenemos del público, y van a seguir pasando muchas cosas, así que espero que continúen acompañándonos.
Digna representa también a esas mujeres de la época que, por ser mujeres, no tuvieron opción de crecer en el ámbito profesional, pero que son esas madres fuertes y protectoras de los suyos. Es la columna vertebral de los Merino.
Sí, sí lo es. Y tiene mucho potencial para desarrollar. De hecho, ya la hemos visto ayudando a su hijo a desarrollar un perfume, cuando no tenía olfato. Ella maneja muchos hilos, y puede manipular en ciertos momentos, pero también es muy respetuosa con sus hijos. Es una madre que siente mucho respeto y admiración por ellos. Hay cosas que puede que le choquen, por educación o por cultura, pero es una mujer muy abierta de mente. En la trama en la que descubre que su marido fue homosexual, ella llega a entenderlo. Esa fue una trama muy, muy interesante, y Digna habla siempre de Gervasio como un hombre ejemplar, y celebra con sus hijos cuando se casó con él, no cuando murió. Luego es cierto que, cuando comienza su relación con Damián y la aman desde ese otro lugar, se da cuenta de que aquello es otra cosa, pero siempre tiene ese recuerdo maravilloso de su marido.
La vemos ahora, además, en este momento tan complicado, casada de nuevo con Pedro Carpena, y dándose cuenta de cómo es él realmente. ¿Cómo has trabajado esas escenas con Juanjo Puigcorbé?
Hubo mucha complicidad con Juanjo. A él no le gustaba nada ser tan malo (risas), y era una trama complicada. Cuando comencé a leerla, pensé en que ella ha pasado por muchas cosas, y la gran decepción con Damián, y de repente le ocurre esto con Pedro también. Él apareció como un hombre sin ninguna parte oscura, y era divertido también explorar ese descubrimiento. No ha sido fácil, tampoco, justificar eso, que aparentemente era un hombre transparente, pero también Juanjo tiene ese halo de bondad y de humanidad tan palpable, y eso lo ha facilitado. Si lo pensamos, su hijo se lo estaba diciendo, su sobrino y Damián se lo estaban diciendo, pero Digna tiene ese sentimiento de justicia, de no querer prejuzgar por todo lo que ha vivido. Ella, además, venía arrastrando muchas cosas, muchos temas complicados, con la culpa por la muerte de Jesús, y ahora, con todo lo que está pasando con Pedro, tiene que volver a alzarse.

¿En qué otros proyectos te veremos próximamente?
Hay un proyecto de teatro que se está moviendo, y también Ancestral, una película que creo que se estrenará el año que viene. Es una cinta muy curiosa, una película feminista de género, sobre unas mujeres que, cuando se enfadan, empiezan a arder (risas). Es una película pequeñita, pero muy curiosa, en la que pude trabajar con Emma Suárez, Luisa Gavasa, Consuelo Trujillo, y Almudena Amor, que es la protagonista.
Comenzaste tu carrera cinematográfica con Solas, de Benito Zambrano, una película todavía hoy muy querida y apreciada por el público. ¿Qué importancia ha tenido para ti, y cómo recuerdas y valoras esa experiencia?
Es la película que me abrió las puertas del cine. Desde luego, ha sido fundamental. Además, es cierto que la gente la sigue recordando y apreciando. Lo que pasa es que yo sería injusta si me quedase únicamente con Solas. Yo he hecho treinta y tantas películas, y muchas de ellas han sido muy importantes para mí. Solas me abrió las puertas del cine, pero estoy también muy agradecida a todos los directores que me confiaron personajes después de ese. Para mí Patricia Ferreira, por ejemplo, fue una directora fundamental en mi carrera. Después de verme interpretando a María en Solas, que es un personaje al límite de todo, alcohólica, con ese dolor tan profundo, me confió a Paloma en Sé quién eres, que es una mujer sin ninguna carga. O José Luis Garci, por supuesto, en los personajes que hice con él. También Laura Mañá en Morir en San Hilario, o Antonio Hernández en En la ciudad sin límites. Hay una película que hice en Venezuela, Cuidado con lo que sueñas, de Geyka Urdaneta, que también es importantísima para mí, y en la que pude trabajar con Norma Aleandro.
Pero sí, Solas es la película que me abre las puertas del cine, y gracias a la que yo he podido hacer cine. Me hizo trabajar un personaje muy complicado, y además es una película en la que algunas secuencias funcionan por sí solas, como un corto, como por ejemplo toda la secuencia final que tengo con Carlos Álvarez-Novoa, un actor maravilloso que, por desgracia, nos dejó en 2015. Para mí, las buenas secuencias de cine son aquellas que tienen identidad propia, que las sacas de la película y siguen funcionando, y Solas tiene muchas secuencias así. Fue un trabajo precioso, y ahí ha quedado, afortunadamente.
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