Israel Elejalde (Madrid, 1973) interpreta a Marcos Porto “Marqués” en El Centro, la ficción de Movistar + que nos adentra en las entrañas del Centro Nacional de Inteligencia.
En esta entrevista, el intérprete madrileño nos habla en profundidad sobre su trabajo en la serie y en el teatro, además de desvelar detalles de sus próximos proyectos.
¿Cómo valoras el momento actual que vives en tu carrera?
La verdad es que estoy contento. Creo que estoy pasando por un buen momento. Al final, un buen momento, para los actores, tiene que ver con que tengas suerte en el trabajo y puedas hacer cosas que te gusten. Este año, tanto en el teatro como en la televisión y en el cine, he podido hacer cosas de las que estoy bastante orgulloso. El Centro es una de ellas.
¿Cómo llegas a esta producción?
Me llamó la directora de casting, Patricia Álvarez de Miranda, y me dijo que tenía una cosa para mí, que la leyera. No es tan habitual que te manden toda la serie. A veces, te mandan uno o dos capítulos, lo que tienen, y después se escribe el resto. Esta vez, Patricia me mandó los seis y los leí de una tacada. Me pareció que era una serie que estaba, ya de entrada, muy bien escrita, y tenía muy buena definición de personajes. También me comentaron algunos de los nombres que estaban en ese momento barajándose y me pareció que estaba muy bien.
¿Cómo definirías a tu personaje, a Marcos? ¿Quién es Marcos?
Marcos es un tipo que está pasando por una crisis de alguna forma, ¿no? Es una persona ya de mediana edad, 51 o 52 años, que ha tenido muchas aspiraciones dentro de ese Centro y que no ha conseguido de alguna manera llegar a cumplirlas, y está en un proceso, de alguna forma, muy tormentoso.
Justo en ese momento encuentra una mujer de la que se enamora y a la que, de alguna manera, necesita impresionar, y a la vez también eso se convierte en una especie de trampolín en su vida para intentar ir más allá. Eso es lo que le lleva a hacer lo que hace.

¿Cómo has preparado este personaje?
Tuve la oportunidad de hablar con la gente del CNI, lo cual para mí es una de esas experiencias estupendas que a veces te regala la profesión. He tenido la oportunidad de poner cara y poner presencia humana de verdad a ese arquetipo, que es supuestamente el espía, y de poder charlar con ellos y darte cuenta de que realmente son seres humanos. Además, eso es lo que quería David Ulloa, el director: bajar a esos personajes a la tierra y darnos cuenta de que finalmente estas personas conviven con nosotros, y que es probable que tú conozcas a alguno, aunque obviamente no lo sepas.
A partir de ahí, uno empieza a concebir el personaje. Mi personaje, claro, estaba muy definido, incluso tenía unos rasgos de vestuario muy claros, y también unos rasgos de carácter bastante obvios también en cuanto a parquedad, por ejemplo. Es una persona un poco hosca, no demasiado locuaz, un poco duro, introvertido con la gente, menos con su mujer, y muy preocupado por presentarse, de alguna manera con una imagen de poderío. Por eso lo llaman “Marqués”, de hecho.
¿Cómo ha sido ese trabajo con David Ulloa como director?
David es un director maravilloso, muy meticuloso, con ideas súper claras. Desde el primer momento nos las transmitió a todos, y creo que si tú observas la serie te das cuenta de que todos estamos jugando a lo mismo, a un mismo tipo de paisaje expresivo, de alguna forma. Creo que David es un muy buen director, y creo además que todas las ideas que tenía le han venido muy bien para hacer de carne y hueso a estos personajes que, a priori, no entran dentro de lo que nosotros definimos como la ficción española. Parece que los espías no pueden estar dentro de nuestra ficción, y creo que su trabajo ha hecho que sea muy verosímil.
Tienes secuencias muy potentes y emotivas con el personaje al que interpreta Juan Diego Botto, especialmente en uno de esos cara a cara de los últimos episodios. Cuéntanos cómo has trabajado esos momentos con él.
Sí, esa secuencia, por ejemplo, ya habla mucho del trabajo de David como director, aparte del nuestro, porque si te fijas está rodado en tres planos. Eso, para los actores, representa una dificultad para mantener la escena, pero es una maravilla también, porque realmente es donde, de alguna manera, puedes permitirte hacer una secuencia que va creciendo, y como espectador la puedes ver desde el principio al fin. Y con Juan… Juan es uno de los mejores actores que tenemos. La conexión para mí era muy importante, y fue muy fácil trabajar con él. Es muy sencillo, sólo hay que mirarle a los ojos y escucharle. A veces la actuación es así de sencilla (risas). Cuando tienes enfrente a un actor al que miras y con el que te llevas bien, es bastante sencillo. Creo que la secuencia era suficientemente emotiva, también, y yo me lo pasé muy bien, y creo que Juan también. Esa parte la hicimos cuatro veces, y creo que la que está finalmente montada es la segunda. Después de la primera toma, David me dijo un par de cosas muy buenas, y yo también le dije otra cosa, de una frase que cambiamos, muy pequeñita, y volvimos a grabarla. Finalmente, es la que está montada. Intentamos ver si lo mejorábamos, y ya no conseguimos mejorarlo (risas). Ha quedado estupenda.

La serie, además, ha tenido una recepción magnífica.
Sí, aunque yo suelo quedarme siempre un poco fuera de todo esto. No me preocupa demasiado. Evidentemente, yo entro en Movistar y veo que está ahí la primera y va muy bien. Eso es lo más importante. Te diré que a mí me cuesta mucho verme en pantalla. Siempre hay una diferencia entre lo que crees que has hecho y lo que has hecho realmente, y El Centro la pude ver entera. Me siento orgulloso, y no hablo sólo de mi trabajo. Me sorprendió también mucho cómo estaba rodada, y eso para mí es lo más importante: tener el orgullo de que tú has hecho las cosas bien. Después, todo depende de una serie de factores, pero sí, está yendo bastante bien, de lo cual me alegro. Además, creo que es una serie que ocupa un hueco dentro de la ficción española que no ocupamos demasiado, y es importante poder hacer este tipo de televisión. Retratamos a seres humanos que están en una serie de geopolítica, pero que no son superhéroes y que, aparte de pasar cosas fuera, también les pasan cosas en su vida. Para mí eso es una apuesta de la ficción, y es la ficción que a mí personalmente más me gusta.
Estás también en la función American Buffalo, de David Mamet, dirigida por Ignasi Vidal. ¿Cómo la recibe el público?
Es una función en la que convergen dos vectores muy diferentes. Parece, por momentos, una función medio cómica, medio absurda, de tres seres por momentos no demasiado inteligentes, pero a la vez es una función también muy violenta y que retrata una sociedad bastante desagradable. Cada uno de los tres personajes tiene un problema. El mío, Teach, es un hombre que está realmente destruido y que representa todo lo malo, porque ha quedado fuera del sistema. Creo que es una función por momentos divertida, y por momentos incómoda.
¿Es más necesaria que nunca la voz literaria de David Mamet?
Sí, es verdad. Esta función fue escrita en el 75, y retrataba esos Estados Unidos que acababan de pasar la crisis del 73 y que habían tenido un problema brutal en la economía y el paro. Entonces es una sociedad muy masculina, basada en el éxito, muy “castrada” emocionalmente, donde lo único importante es demostrar a los demás que puedes, y todavía anclada en el “American Dream”. Desgraciadamente, cincuenta años después, ha habido una especie de regresión en algunas cosas, y esa América salvaje, racista, y profundamente patriarcal y agresiva está ahí, y podríamos ponerla en el 2025 y sería absolutamente lo mismo.

Teniendo en cuenta que tú también eres director teatral, ¿cómo se retroalimentan el Israel actor y el Israel director?
Yo, realmente, no sé si soy buen actor o buen director (risas). Intento hacerlo lo mejor posible. Cuando yo dirijo, lo hago por el placer de ver a mis compañeros y de estar fuera, y lo disfruto muchísimo, quizás también porque no es lo que hago habitualmente. Yo soy actor, y de vez en cuando dirijo, y para mí es un placer. Hay algo que a mí me gusta mucho de la dirección, y es que tú finalmente eres el responsable, no tanto de hacerlo, sino de construir el contenido, de poder llevar la obra hacia un tema o hacia otro, de poder enfriar la obra o calentarla a través de determinadas decisiones: paisajes expresivos, qué tipo de escenografía utilizar, qué tipo de iluminación… me gusta mucho. Yo aprendo mucho más de mi profesión cuando dirijo que actuando. porque cuando actúo no pienso mucho tampoco en lo que hago, pero cuando dirijo sí que analizo cómo están interpretando mis compañeros, cómo cambian cuando les doy una indicación, cómo se mueve el texto a base de repetir las escenas en los ensayos. Es maravilloso.
Quizás por eso es lo que más me gusta de dirigir, porque siempre lo siento como una reflexión también sobre mi oficio de actor que, yo al menos, no soy capaz de hacer mientras interpreto.
¿Qué nos puedes contar de Altas capacidades y Cronos, las próximas películas que estrenarás el año que viene?
Altas capacidades es una película que rodé en marzo. Es una comedia que han escrito Víctor García León y Borja Cobeaga, y que ha dirigido Víctor, con Marián Álvarez y, de nuevo, Juan Diego Botto. Es una comedia, y tengo muchas ganas de que se estrene. Me apasionó poder hacerla, y también era una oportunidad que me dieron Víctor y los productores de poder hacer comedia, que no es un género que yo haya tocado demasiado. Estoy muy contento, me lo pasé muy bien haciendo la peli, y tengo muchas ganas de ver cómo funciona, y de poder verla también.
Respecto a Cronos, empiezo a rodar la semana que viene. El guion me ha parecido brutal, y tiene un reparto estupendo y un director maravilloso, que es Fernando González- Molina. Yo interpreto un personaje que tiene cinco secuencias, en el contexto del atentado que hubo en Barcelona. Creo que va a ser una muy buena película.
También vas a dirigir de nuevo, en el Teatro Español.
Sí, tengo otro proyecto en el Teatro Español, en la sala pequeña. Es un texto de una autora mexicana, Johnna Adams, que se llama El Nudo Gordiano, con Eva Rufo y María Morales como actrices. Empezaré a ensayar en diciembre, y estrenamos el 12 de febrero. Es un texto de una profesora y una madre, que reflexiona un poco sobre la infancia, la educación y nuestras responsabilidades, tanto las paternales como la de los docentes y las instituciones. Es un texto brutal, llevo con él seis años en la cabeza, y por fin Eduardo Vasco me ha dado el OK para hacerlo, y tengo muchísimas ganas de comenzar.
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